Luna Oscura, de una oscuridad tal, que, en ocasiones, incluso la hería, y otras, la llenaba hasta el punto de estallar en ella misma.
Maldecía su deseo que la agotaba y le daba la vida, al que temía y al que adoraba, que la apartaba de su luz blanca, y le entregaba como sumisa a su mundo.
Ese deseo que respiraba en las noches, como aquella noche, en la que la brisa arrastraba el olor de la esencia de su caballero, removiéndola por dentro, en sus entrañas. ¿Viste alguna vez las entrañas de la luna? No quieras verlas.
En esa nostalgia quiso gritar su nombre, pero se reprimió disfrutando el dolor que padecía, al aumentar más su deseo. Y los dibujos sobre su piel aparecieron con más fuerza.
Muchos caballeros conociendo la existencia de esos tatuajes, quisieron seguir las líneas de la luna con las yemas de sus dedos. Pero sólo hubo uno que la alcanzó sin llegar a tocarla.
Y por aquel caballero, dibujo asimismo esa noche, por su propio deseo, y por el de él, que aún queriendo poseerla con todo su ser, se negó a sí mismo, alejándose de su luna cada vez que ella aparecía.
Y en la negación, el placer que le atormentaba, se revelaba en la forma en que la amaba: en la distancia.
Caballero: "Nunca luna, nunca.
no me perteneces,
ni quiero que así sea,
ya que no te desearía más por ello.
pero te deseo, te deseo sin tenerte
En el fondo, nuestra luna lo sabía, nunca pertenecería más que a la noche de la que era prisionera. Y sintiéndose esclava del mismo, se alejo de las estrellas en busca de suspiros y gemidos noctámbulos que encubrieran el suyo propio.
Y en esa noche suspiró y gimió la luna, y se sintió más cerca de su caballero.